Vuelve del colegio con un vocabulario subido de tono. Tiene comportamientos que nos desagradan y parecen provenir del nuevo compañero. ¿Le prohibimos la amistad? ¿Dejamos librada la situación al azar
El valor de la amistad
En la escuela los niños comienzan a dar pasos más firmes en la socialización. Pasan muchas horas, no sólo aprendiendo contenidos sino modos de vincularse, lo permitido y lo que no lo está.
Se relacionan con la diversidad: “¿sabes que en casa de tal chico se acuestan tarde?” “La madre de Juani le dijo que Dios no existe” y comienzan sutilmente a ingresar en un mundo diferente al de su casa.
Cada familia se integrará a esas diferencias de muchas maneras: están las que aceptan y hablan de ellas, otras las niegan y algunas las rechazan.
Cuando los chicos hacen compañeros estos traen todo lo que aprendieron en su familia. Algunos cambios son bienvenidos pero otros no tanto.
¿Cuándo hay que intervenir?
El modo de pensar la inclusión depende de cada uno pero es conveniente conversar con los hijos cuando esas diferencias son potencialmente lesivas a su salud o valores. También si pueden afectar su vida social (pautas disciplinarias, aislamiento, conductas de riesgo o mentiras).
¿Cómo plantear el tema sin herirlos?
La elección de un amigo es cuestión delicada y los niños verán afectadas sus emociones y autoestima según como desarrollemos el tema. Evaluar si existe un comportamiento dañino o lo que se hace difícil para los padres es aceptar el crecimiento del hijo y sus elecciones. Por eso es necesario, diferenciar si el amigo no me gusta por un problema de antipatía o es una personita perturbadora.
Otras veces se rechaza su elección porque los adultos quieren imponer vínculos por conveniencia.
Si se decide expresar el desagrado es importante manifestarlo hacia los hechos o el comportamiento del camarada, no hacia su persona. Diferenciando el hecho de quién lo hace mantenemos el respeto hacia el chico y es más probable que seamos escuchados por nuestro hijo.
Si realmente la figura del pequeño en cuestión nos parece perjudicial podemos fomentar que invite otros críos, sin discutir directamente esa relación. Aunque sí es saludable comentar a los hijos las características o aspectos que nos disgustan del accionar del compañero.
Estas situaciones son desafíos para ejercitar los derechos de cada uno: los hijos pueden elegir amigos libremente pero eso no significa que los padres tengan que soportarlos. Se puede aceptar la relación en la escuela sin invitarlo a nuestra casa, explicándole las razones.
Por otro lado, las relaciones afectivas son un ensayo para la vida adulta. Si prefiere un amigo insoportable o mandón es bueno preguntarnos por qué ha realizado tal elección. Esta inquietud nos permitirá conocer nuevos aspectos de los hijos.
También escuchar sus razones para tal amistad abre nuevas dimensiones al tema ayudándonos a entender que a veces las diferencias con los hijos también son una nueva forma de aprendizaje.
¿Cuándo hay que intervenir?
El modo de pensar la inclusión depende de cada uno pero es conveniente conversar con los hijos cuando esas diferencias son potencialmente lesivas a su salud o valores. También si pueden afectar su vida social (pautas disciplinarias, aislamiento, conductas de riesgo o mentiras).
¿Cómo plantear el tema sin herirlos?
La elección de un amigo es cuestión delicada y los niños verán afectadas sus emociones y autoestima según como desarrollemos el tema. Evaluar si existe un comportamiento dañino o lo que se hace difícil para los padres es aceptar el crecimiento del hijo y sus elecciones. Por eso es necesario, diferenciar si el amigo no me gusta por un problema de antipatía o es una personita perturbadora.
Otras veces se rechaza su elección porque los adultos quieren imponer vínculos por conveniencia.
Si se decide expresar el desagrado es importante manifestarlo hacia los hechos o el comportamiento del camarada, no hacia su persona. Diferenciando el hecho de quién lo hace mantenemos el respeto hacia el chico y es más probable que seamos escuchados por nuestro hijo.
Si realmente la figura del pequeño en cuestión nos parece perjudicial podemos fomentar que invite otros críos, sin discutir directamente esa relación. Aunque sí es saludable comentar a los hijos las características o aspectos que nos disgustan del accionar del compañero.
Estas situaciones son desafíos para ejercitar los derechos de cada uno: los hijos pueden elegir amigos libremente pero eso no significa que los padres tengan que soportarlos. Se puede aceptar la relación en la escuela sin invitarlo a nuestra casa, explicándole las razones.
Por otro lado, las relaciones afectivas son un ensayo para la vida adulta. Si prefiere un amigo insoportable o mandón es bueno preguntarnos por qué ha realizado tal elección. Esta inquietud nos permitirá conocer nuevos aspectos de los hijos.
También escuchar sus razones para tal amistad abre nuevas dimensiones al tema ayudándonos a entender que a veces las diferencias con los hijos también son una nueva forma de aprendizaje.
Tomado de Yo Crezco