viernes, 26 de marzo de 2010

¿Es usted un padre que "ama demasiado"?

Cuando los padres no enseñan a sus hijos a poner sus propios límites, a crecer y madurar, y los sobreprotegen demasiado, ellos se convierten en adultos desadaptados que, entre otras cosas, no saben tolerar la frustración.

Guiar a los hijos hacia su maduración no es un camino fácil, pues nadie ha enseñado a los padres a serlo, pero la pista se pone mucho más difícil cuando el padre o la madre son sobreprotectores.

El psiquiatra infanto juvenil, Patricio Fischman, explica que él llama a este tipo de progenitores padres que aman demasiado. "Es casi una especie de tortura el amor que sienten por sus hijos. Hacen POR ellos, en vez de CON ellos, que es lo correcto".

Asegura que este modelo de padres dan para satisfacer sus propias necesidades no cumplidas, más que estar atentos a las de sus hijos. Por ejemplo, si de adolescentes a ellos se les negaron los permisos, tienden a no ponerle límite a las salidas de sus hijos y así los malcrían o no los crían de manera adecuada.
En general, los hijos de este tipo de padres enfrentan grandes dificultades en sus relaciones interpersonales. Como siempre se les consideró sensacionales, se lo creyeron en serio y de adultos se desviven por contar con la aprobación de los demás.

Son personas sumamente responsables, explica el profesional, reflejo de cumplir siempre lo que los padres esperaban de ellos, pero no saben jugar ni trabajar en equipo, pues son muy individualistas, porque están acostumbradas a ser el centro de atención.
Aunque la responsabilidad es una preciada cualidad, en los "hijos de padres que aman demasiado" se exacerba y no son capaces de tolerar la frustración ni que algo les salga mal. "Siempre esperan ayuda mágica, porque 'son' especiales. Si no llega alguien a salvarlos se sienten muy disminuidos; temen equivocarse, porque se siguen creyendo reyes", dice Fischman.

Características propias de los niños son su gran rigidez y su baja tolerancia a la frustración; sin embargo, con el paso del tiempo y la educación de los padres se van superando. No es el caso de los adultos hijos de padres que aman demasiado que conservan estas particularidades muy marcadas. Además, casi siempre están ligados a lo intelectual y no saben expresar su emocionalidad.
Este tipo de padres invade a los hijos, quienes no aprender a ponerse límites propios, dependen de los otros en cuanto a aprobación o desaprobación, porque sus progenitores no les entregaron las armas para enfrentar al mundo de manera real. La mayoría de las veces se sienten superiores a todo el mundo y otras, al notar que no reciben la aprobación a la que están acostumbrados, se aíslan y se encierran en sí mismos.

Un padre excesivamente sobreprotector puede convertirse en un padre que ama demasiado y convertir a su hijo en un adulto no OK, como dicen los psicólogos. Es decir, al que se le dificulta mucho más tolerar los malos momentos o relacionarse con los demás.
Tomado de Punto Mujer Emol
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Más información:

Padres que aman demasiado (Blog del Dr. Fernando Maestre)

lunes, 15 de marzo de 2010

¿Qué hacer cuando nuestros hijos dicen "palabrotas"?


La independencia que van probando poco a poco los niños les induce a probar el límite de lo permitido. Saltan, corren, comen y se visten solos, y cada día descubren el poder del lenguaje. Decir "palabrotas "es un ejemplo de ello, principalmente cuando comparten actividades o patio con niños más mayorcitos.

¿Qué es una palabrota?
Una palabrota surge normalmente cuando el niño descubre y utiliza el poder del lenguaje para expresarse. Cronológicamente podemos situar esta circunstancia entre los 3 y los 5 años de edad, cuando el niño va al "colegio de mayores". Es una etapa más por la que pasa algunos niños. Sin embargo, una palabrota en boca de un niño de estas edades es "nada" si la despojamos de la carga expresiva que acarrea. Cuando un niño dice "Tonta" o "Imbécil", dirigiéndose a su mamá, no desea hacernos llegar el significado de estas palabras. Lo más probable es que lo haga porque es incapaz de encontrar palabras como éstas para expresar su estado de ánimo. Lo importante es estas situaciones es que los padres canalicen los sentimientos negativos y las palabrotas de los niños a otras formas de expresión.

¿Qué has dicho? Pregunta una madre disgustada al hijo que acaba de soltar una palabrota. ¿Será esta la mejor manera de reñir para evitar a que los hijos digan palabrotas? Qué podemos hacer los padres ante las palabrotas de nuestros hijos, considerando que cada familia sitúe al niño en los límites que considera aceptable, ya que no a todos nos "ofenden" las mismas palabras. Les reproduzco un resumen de las recomendaciones:

1- Dar ejemplo. Si no quieres que tu hijo diga palabrotas, no las digas tú. Además, lo que se ha oído no puede reproducirse ni imitarse.
2- Evitar reír o sonreír ante cualquier palabrota. Por más graciosa que pueda resultar una expresión o alguna palabrota, reírse de ella es un error porque incita al niño a repetirla.
3- Explicar de forma sencilla y clara que estas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas y que sí se las dijeran a él, tampoco le gustaría que le trataran así.
4- Mantener la calma y no darle demasiada importancia ya que una actitud en exceso afectada por parte del adulto puede producir el efecto contrario. Que el niño sienta que las palabras groseras no son la mejor forma de llamar la atención de sus padres. Lo mejor es reconducir esta etapa con naturalidad para que las palabrotas "pierdan su poder" y su efecto para el niño.
5- Ofrecer alternativas. Aportar otras palabras a un sentimiento o situación en la que se encuentra el niño. Cada familia puede adoptar las palabras de su entorno cultural y social que sean más oportunas. Enseñar a los niños, por ejemplo, que es mejor decir a su hermano que está disgustado porque le has roto el cochecito, que llamarle de "imbécil" o de "burro". Los padres pueden inventar alguna palabra nueva y divertida para sustituir a una de las ofensivas.
6- Ofrecer lecturas para incrementar el vocabulario del niño y hacerle descubrir nuevas palabras, expresiones, exclamaciones,…más divertidas.

Si la situación persiste, tal vez los padres deberían valorar otras causas, por ejemplo, se dan suficiente atención al niño o si están siendo demasiado rígidos con su educación. Puede que el niño esté utilizando los insultos sólo para llamar la atención de sus padres. Puede ocurrir que si se porta bien no le hagan tanto caso como cuando él se porta mal.

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