miércoles, 10 de agosto de 2011

Cuando está por llegar un nuevo hermano : Ideas para integrar a los nuevos hermanos en un ambiente de armonía

Por : Cecilia Galli Guevara

¿Cómo preparamos a nuestros hijos para la llegada de un hermano? ¿Cómo podemos fomentar una relación armónica entre ellos?

Cuando era chica y veía cómo se sumaban hermanitos a mi familia (soy la mayor de cinco hijos muy seguidos) le preguntaba a mi madre si “las mamás querían a todos sus hijos por igual”. Con esa pregunta general buscaba disimular mi miedo particular, disfrazándolo de curiosidad, de si ella seguiría queriéndome aunque debiera ocuparse de otros niños y niñas, más pequeños y mucho más demandantes que yo.

Esa misma pregunta me la hacían mis hermanas y algunas amigas (todavía sin hijos) cuando estaba por nacer mi segundo bebé: “¿lo querrás igual que al primero?”. Yo, muy tranquila, respondía: “¡claro que sí!”. Y por dentro pensaba si sería verdad. Claro que a mi segundo hijo ya lo quería desde que vi las dos líneas en la prueba de embarazo, y en el momento que me encontré con su carita olisqueándome al segundo de nacer, se unió a la bola indescriptible de amor que sentía por mi hijo mayor, no dividiéndola sino haciéndola más y más grande.

A pesar del amor que tengamos los padres, los niños –tarde o temprano– sentirán celos. Los celos son naturales, especialmente entre hermanos, que comparten las cosas más íntimas de la vida. Sabiendo esto, hay muchas formas en las que podemos ayudar a nuestros hijos a sentirse amados “igual” que sus hermanos, algo que es tan importante asegurarles cuando lo necesitan. Porque si bien a nosotros los padres este reclamo puede parecernos “tonto”, para los chicos la competencia con sus hermanos puede ser motivo de angustia y ansiedad profundas.

El hijo mayor fue hijo único: tuvo a sus padres en exclusividad y formó con ellos una tríada perfecta en la que él y sólo él (o ella) recibió todas las atenciones de sus progenitores. Cuando llega un nuevo hijo al hogar, el equilibrio de la familia se tambalea y cambia, para volver a organizarse de una forma diferente. Hay quienes explican la angustia que puede experimentar el hermano mayor haciendo una analogía fácil de entender para los padres: es como si el marido le dijera a su esposa que a partir de ahora traerá a otra mujer a vivir a casa, que deberán compartirlo todo, pero que las amará a las dos… Esta analogía no contempla lo positivo que sucede en nuestro caso, en el que se suma un ser más a la familia. Pero ilustra lo desplazado que puede sentirse un niño.

¿Cómo podemos ayudar a nuestro hijo mayor para que su ansiedad sea mínima? Durante el embarazo, cuando decidimos que es momento de contarle que va a tener un hermanito o hermanita, es bueno hacerlo hablando de “nuestra bebé” y no de “mi bebé”. De esta forma, ya estaremos incluyendo al hermano mayor en el proyecto.

Mantenerlo informado del progreso del embarazo, contarle cómo va creciendo su bebé y, si le interesa, llevarlo a las ecografías, hacerlo participar en la elección del nombre, también puede resultar beneficioso ya que estar al tanto de lo que sucede seguramente reducirá su miedo a lo desconocido. Si bien en muchos casos la ansiedad del hijo mayor crece proporcionalmente a la expansión de la barriga de la madre, darle la información que pide, hablar con él o ella sobre cómo será el momento del parto, contarle cómo nacerá su hermano, ayudará a que se sienta seguro e involucrado en todo el proceso. Es importante tener en cuenta que la información que se le dé al hijo debe ser no más de la que él requiera, y debe estar adaptada a su edad.

Uno más y suman…

Cuando el nuevo integrante de la familia ya está en casa, mamá va a pasar mucho tiempo con él. Puede ser un buen momento para que el padre pase más tiempo con el hijo mayor, haciendo actividades y proyectos “exclusivos para niños grandes”, en los que el “pobre” hermanito todavía no puede participar. Ir al cine, al zoológico o cocinar juntos, por ejemplo, harán al hijo sentirse atendido.

También es importante valorar su ayuda: si nos pasa un pañal, o si opina sobre el motivo del llanto de su hermano (en mi caso, mi hijo mayor llegó a estar en tan fina sintonía con su hermano que muchas veces tenía razón), agradecer su acción o su pensamiento.

En el momento de la lactancia es agradable incluir al hijo mayor, contándole cómo era él cuando era un bebé y sobre todos los cuidados que le deparábamos sus padres mientras se lo acuna con el brazo que queda libre.

El tiempo en exclusividad es algo más que podemos hacer con cada hijo, y también pasar tiempo jugando “exclusivamente” con todos los niños juntos: compartiendo, mediando en conflictos y ayudando a que el momento fluya sin peleas.

Para mantener la armonía

Todas las personas somos diferentes, y esto vale también para los niños. Cada chico tiene necesidades, intereses, gustos y viven etapas que le son propias y que lo diferencian de sus hermanos. Es fundamental aceptar esta diversidad y atender a los requerimientos de cada hijo, sin marcar diferencias de “importancia”. La necesidad de un niño puede ser más urgente que la de otro, o en el caso de un tema de salud puede realmente ser más importante. Sin embargo, no debemos hacerle sentir a ninguno de los hijos que lo que él o ella necesita no es lo suficientemente importante para sus padres. En el caso de los pedidos “caprichosos”, hay que descubrir cuál es el verdadero requerimiento oculto en el reclamo: probablemente sea un pedido de atención de nuestra parte.

También hay que evitar hacer comparaciones entre un hermano y otro enfatizando las virtudes de uno y los defectos del otro. Exigirle al mayor que sea un ejemplo de buena conducta para sus hermanos menores tampoco es bueno, ya que este pedido supone una fuerte presión sobre el hijo mayor. En la misma línea de acción, no es aconsejable pedirle al hermano mayor que ceda frente a los pedidos del menor “para que éste no llore”. En lugar de eso, establecer reglas claras y justas para el uso de los juguetes, por ejemplo, puede ayudar. Por ejemplo en el tema de la propiedad privada: si un hermano quería jugar con algo que le pertenecía a otro, debía pedirlo prestado; el dueño podía prestarlo o no, pero en última instancia era su decisión. Al tener esa libertad (de prestar o no), aprendimos armoniosamente a compartir nuestras pertenencias, y sin el “miedo” a que nos quitaran lo propio, el conflicto en este sentido casi no existía.

Ya adultos, mis hermanos y yo somos muy unidos. Somos amigos. Y pensamos que los hermanos son lo mejor que pudieron darnos nuestros padres. Ahora “del otro lado”, veo cómo se relacionan mis hijos entre ellos; y creo que formar una familia es un reto, un camino lleno de sorpresas, de cambios y de aprendizaje. Una de las aventuras más apasionantes que puede darnos la vida, una aventura sin glorias públicas que transcurre en la intimidad del hogar. Y que un hermano es el mejor regalo que un niño puede tener.

Tomado de Crianza Natural


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