La agresividad es al cerebro, una recompensa tan buena como pueden serlo el sexo, la comida o las drogas, de acuerdo con investigadores de la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos). Y es por eso que el ser humano sería tan propenso a pelear y a sentirse atraido por los deportes violentos, como el boxeo o el football americano.
"La agresión se da entre prácticamente todos los vertebrados y es necesaria para conseguir y mantener recursos tan importantes como las parejas, el territorio y la comida", explica Craig Kennedy, profesor de educación especial y pediatría, y uno de los autores de la investigación.
"En relación a esto, hemos hallado que cuando hay un suceso agresivo, el cerebro actúa por medio de la 'vía de recompensa', y que está involucrada una sustancia denominada dopamina."
"Ya sabíamos que el organismo produce dopamina en respuesta a estímulos gratificantes, como la ingesta de comida, el sexo y el uso de drogas -dice a su turno Maria Couppis, directora del estudio-. Lo que hemos encontrado ahora es que también sirve como refuerzo positivo de la agresión."
Algo a aclarar es que estos sondeos se hicieron con animales de laboratorio, y no con seres humanos. De hecho, los investigadores utilizaron para sus experimentos una pareja de ratones, macho y hembra, que estuvieron dentro de una jaula, y cinco ratones intrusos que fueron mantenidos en otra separada.
La hembra fue retirada de la jaula en forma temporal, mientras que en lugar se colocó a un ratón intruso. Esto dio, inmediatamente, origen a una respuesta agresiva por parte del ratón macho de la casa. El comportamiento agresivo de este último se manifestó en forma de latigazos con la cola, postura de vigilancia, boxeo y mordidas.
El ratón dueño de casa fue entrenado por los investigadores para que asomaran un blanco con la nariz, con lo cual conseguían hacer volver al intruso, momento en el que nuevamente actuaban de manera agresiva hacia él.
El dueño de casa se dedicó consistentemente a dar en el blanco, al menos una vez por día, con lo cual los investigadores consideraron que vivió el encuentro agresivo con el intruso como una recompensa.
Después de unos días, la pareja de ratones fue tratada con un fármaco que reprimió sus receptores dopaminérgicos, mientras que al mismo tiempo se redujo la frecuencia con la que se instigó la entrada del intruso.
Estos experimentos de Vanderbilt son los primeros que demuestran una relación entre el comportamiento y la actividad de los receptores de dopamina en respuesta a un caso de agresión.
"De estos estudios hemos aprendido que algunas personas con predisposición buscarán intencionalmente un encuentro agresivo, únicamente porque la experiencia le brinda una sensación grata -comentó Kennedy-. Esto demuestra por primera vez que la agresión, de por sí, es motivadora, y que el conocido refuerzo positivo de la la dopamina desempeña un papel fundamental."
Tomado de Neomundo"La agresión se da entre prácticamente todos los vertebrados y es necesaria para conseguir y mantener recursos tan importantes como las parejas, el territorio y la comida", explica Craig Kennedy, profesor de educación especial y pediatría, y uno de los autores de la investigación.
"En relación a esto, hemos hallado que cuando hay un suceso agresivo, el cerebro actúa por medio de la 'vía de recompensa', y que está involucrada una sustancia denominada dopamina."
"Ya sabíamos que el organismo produce dopamina en respuesta a estímulos gratificantes, como la ingesta de comida, el sexo y el uso de drogas -dice a su turno Maria Couppis, directora del estudio-. Lo que hemos encontrado ahora es que también sirve como refuerzo positivo de la agresión."
Algo a aclarar es que estos sondeos se hicieron con animales de laboratorio, y no con seres humanos. De hecho, los investigadores utilizaron para sus experimentos una pareja de ratones, macho y hembra, que estuvieron dentro de una jaula, y cinco ratones intrusos que fueron mantenidos en otra separada.
La hembra fue retirada de la jaula en forma temporal, mientras que en lugar se colocó a un ratón intruso. Esto dio, inmediatamente, origen a una respuesta agresiva por parte del ratón macho de la casa. El comportamiento agresivo de este último se manifestó en forma de latigazos con la cola, postura de vigilancia, boxeo y mordidas.
El ratón dueño de casa fue entrenado por los investigadores para que asomaran un blanco con la nariz, con lo cual conseguían hacer volver al intruso, momento en el que nuevamente actuaban de manera agresiva hacia él.
El dueño de casa se dedicó consistentemente a dar en el blanco, al menos una vez por día, con lo cual los investigadores consideraron que vivió el encuentro agresivo con el intruso como una recompensa.
Después de unos días, la pareja de ratones fue tratada con un fármaco que reprimió sus receptores dopaminérgicos, mientras que al mismo tiempo se redujo la frecuencia con la que se instigó la entrada del intruso.
Estos experimentos de Vanderbilt son los primeros que demuestran una relación entre el comportamiento y la actividad de los receptores de dopamina en respuesta a un caso de agresión.
"De estos estudios hemos aprendido que algunas personas con predisposición buscarán intencionalmente un encuentro agresivo, únicamente porque la experiencia le brinda una sensación grata -comentó Kennedy-. Esto demuestra por primera vez que la agresión, de por sí, es motivadora, y que el conocido refuerzo positivo de la la dopamina desempeña un papel fundamental."
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