miércoles, 28 de enero de 2009

Los actos fallidos tienen un sentido


Freud afirma que los actos fallidos tienen un sentido. Los distingue de los actos casuales y sintomáticos, que se muestran como fallidos, inmotivados, faltos de trascendencia, distintos de los actos fallidos en que carecen de otra intención distinta a aquella con la que tropiezan.
Hay otros pequeños actos, carentes de objeto, como juguetear con los objetos con las manos, tararear... El psicoanálisis afirma que estos actos tienen un sentido y pueden interpretarse como los actos fallidos, como pequeños indicios reveladores de otros procesos psíquicos más importantes. Los actos fallidos resultan de la interferencia de dos intenciones diferentes:
una perturbada y la otra perturbadora.


La intenciones que se manifiestan como perturbaciones de otras pueden dividirse en tres grupos. 1º, aquellos en que la tendencia perturbadora es conocida por el sujeto de la equivocación antes de la misma. 2º, aquellos casos en que la persona que comete la equivocación reconoce en la tendencia perturbadora una tendencia personal, más ignora que la misma se hallaba ya en actividad antes de la equivocación. 3º, cuando el sujeto protesta con energía contra la interpretación que le sugerimos.
Freud plantea una hipótesis: la persona que habla puede manifestar intenciones que ella misma ignora, pero que Freud puede descubrir guiándose por determinados indicios.

En los grupos 1º y 2º la tendencia de que se trata se encuentra reprimida, y como la persona que habla se ha decidido a no dejarla surgir en su discurso, incurre en la equivocación. O sea, la tendencia reprimida se manifiesta a pesar del sujeto.

Freud explica también los actos del tercer grupo: en el acto fallido puede manifestarse una tendencia reprimida desde largo tiempo atrás, de manera que el sujeto la ignora totalmente y obra con absoluta sinceridad al negar su existencia.

Freud propone que los psicólogos se formen una concepción dinámica de los fenómenos psíquicos, de modo que los fenómenos observados pasan a segundo término, ocupando el primero las tendencias de las que se los supone indicios.

En los errores de lectura, hay una situación psíquica diferente a la de las equivocaciones orales o escritas. Si se quiere descubrir la tendencia perturbadora, causa del error, debe dejarse por completo a un lado el texto falsamente leído e iniciar el examen analítico con las dos interrogaciones siguientes: 1º, ¿cuál es la primera idea que acude al espíritu del sujeto y qué se aproxima más al error cometido? 2º, ¿en qué circunstancias ha sido cometido el
error?

Lo que nos interesa y ocupa nuestro pensamiento sustituye en la lectura lo que nos es indiferente, y los reflejos de nuestras ideas perturban nuestras nuevas percepciones. En otros casos, los textos que leemos con error son de contenido que nos causa displacer, así que la equivocación en la lectura se deben al intenso deseo de rechazar lo que en ellos se afirma.
Sobre el olvido de propósitos, la tendencia que perturba es una intención contraria al propósito.

Freud adelanta un principio: la repugnancia de la memoria a evocar recuerdos que se hallan asociados con sensaciones displacientes y cuya evocación habría de renovar tales sensaciones.
En el olvido de impresiones y de sucesos vividos la tendencia intenta alejar del recuerdo todo aquello que puede sernos desagradable.
Cuando se pierden objetos que conservan todo su valor, Freud especula que podría ser con la intención de sacrificar algo a la suerte y evitar de ese modo otra pérdida que se teme. Sería un modo de conjurar la suerte, a través de un sacrificio voluntario.
Bookmark and Share

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios hacen crecer este blog. Muchas gracias.